Después de unos días llenos de comilonas, reuniones familiares y ambiente navideño, con el ajetreo que eso supone, pensamos que es importante retomar en un nuevo post el tema de la vida en parejamonoton. Una de las quejas más frecuentes en la consulta de un terapeuta de pareja es que pasado un tiempo, la vida en pareja se vuelve rutinaria, monótona, en pocas palabras, la mayor parte del tiempo aburrida. Es muy importante tomar consciencia de que el amor no lo puede todo y que a largo plazo (y a corto también) las parejas necesitan retos en común. Proyectos que, en definitiva, provocarán un crecimiento mutuo y un mayor encuentro entre ambos. Es por esto que queremos compartir el siguiente artículo de Sylvia de Béjar, donde expone este tema y nos brinda la oportunidad para empezar a dar rienda suelta a la imaginación en nuestra relación de pareja.  
 

PAREJAS: DIVERTIRSE O… ¿MORIR?

sylvia de mejar

Hecho probado nº.1. Compartir actividades nuevas y excitantes une a las parejas. Hecho probado nº.2. Pasada la fase de enamoramiento, las parejas suelen divertirse menos, siendo esto crucial para que la relación funcione. Conclusión: ¿Buscamos nuevas formas de pasárnoslo bien? Y no, no estoy hablando de sexo. Mejor aclaro esto último: no, no solo estoy hablando de sexo. Quizás pienses: “¡Vaya verdad de Perogrullo!”. De acuerdo, pero sigue leyendo, porque esto que se da por sabido, se suele tomar tan a la ligera que tiene sus consecuencias: las parejas suelen acabar perdiendo conexión emocional ¡e intimidad sexual! Tú decides. Déjame presentarte al psicólogo Arthur Aron, especialista en amor romántico y cuya obsesión es explicar cómo hacer que perdure. Según el profesor, y creo que es fácil convenir con él (piénsalo), cada ser humano se pasa la vida buscando como auto-expandirse (“self-expansión”, en inglés) y establece relaciones para “aumentar su caudal de ideas, experiencias, habilidades, intereses y recursos a fin de lograr sus objetivos” que, además, van cambiando con el tiempo. ¿Y qué sucede cuando nos enamoramos? Que nos apropiamos de las virtudes, recursos, puntos de vista, de todo lo que nos aporta nuestra pareja (=nuestras carencias), es decir, nos auto-expandimos, y nos sentimos muy bien en propia piel y con nuestro amor. Y, claro, eso nos sucede a ambos, por eso estamos en la gloria y no queremos separarnos (a veces, ni dormir), sólo deseamos sentirnos eternamente así: plenos. Pero, ¿qué puede durar esa sensación? Unos meses, a lo sumo dos o tres años (Aron dice que como mucho dos). Sin remedio, esa sensación de auto-expansión que nos generaba nuestra pareja empieza a diluirse en la habituación… hasta tal vez desaparecer. La pregunta es: ¿se puede evitar? Aron pensó que quizás sería posible contrarrestar esa habituación si los miembros de la pareja encontraban “otras formas” de seguir auto-expandiéndose dentro de la relación y para comprobar su teoría realizó varios experimentos. Para empezar, escogió a 53 parejas de mediana edad y las dividió en tres grupos. Las del primero dedicaron una hora y media semanal a una actividad escogida de una lista de propuestas “novedosas y excitantes”: bailar, esquiar, ir a conciertos… Las del segundo, lo mismo, pero sus diversiones eran másfacilonas, léase, por ejemplo, comer en restaurantes, ir al cine o visitar a amigos. Y a las restantes, no les pidió nada. ¿Resultados? Las parejas del primer grupo -las que hicieron algo más emocionante o que suponía un desafío- experimentaron los mayores niveles de satisfacción marital durante las diez semanas que duró la investigación. No contento con esto, cogió a otros dos grupos de parejas y, tras medir su grado de felicidad, les asignó una misión. A unas, les hizo realizar actividades mundanas, fáciles, cómodas de encarar; a las restantes, las ató por uno de sus costados (tobillos y muñecas) y les hizo gatear, arrastrarse y subirse a obstáculos mientras empujaban cilindros de espuma con sus cabezas. Sólo de pensarlo me estoy riendo y ya lo creo que me apuntaría. Si lograban completar la tarea en un tiempo determinado se llevaban un premio. Tras las pruebas, ambos grupos fueron nuevamente evaluados en sus niveles de satisfacción y, como era de esperar, las parejas más desafiadas mostraron más amor y un mayor nivel de satisfacción en la relación, incluso ambos factores habían aumentado. Sólo le quedaba aplicar lo aprendido a largo plazo para ver qué pasaba. Para ello, eligió a 123 matrimonios y los siguió durante varios años. Los entrevistó en el año siete (ese que siempre se califica de peligroso) y en el 16. Y en ambos casos volvió a comprobar que la satisfacción marital tenía mucho que ver con el grado o no de aburrimiento de la vida en común. Todo ello (y, como comprenderás, he simplificado mucho, porque el espacio es el que es) llevo a Aron y a su equipo a concluir que para ser felices en su relación, las parejas necesitan plantearse regularmente desafíos comunes. Desafíos positivos, divertidos, que recreen/provoquen esa auto-expansión que al principio de la relación lograban sin esfuerzo alguno. ¿Vamos con la moraleja (= lo que podemos aplicar desde ya)? Si vivimos en pareja, hemos de plantearnos qué hacemos a dúo, cómo nos divertimos juntos, y no conformarnos con considerar tiempo compartido de calidad ir a comer juntos o al cine. Son actividades demasiado facilonas. Hay que evitar lo fácil y buscar retos “excitantes y novedosos”, que nos permitan auto-expandirnos, porque si una relación no te permite sentir que creces personalmente, difícilmente te satisfacerá. Insisto: está bien jugar a cartas o dar un paseo, pero si nos acomodamos y nuestra relación no tiene nada de excitante, ni un reto que superar, algo que nos saque de nuestra zona de confort, ¿qué crees que puede pasar? Pues si ya lo sabes… ¿Vuelo sin motor? ¿Karaoke? ¿Aprender salsa? ¿Campeonato de strip-poker? Habrá que ir pensando.