Hace un par de días nos ponemos a buscar imágenes para preparar el post de hoy, que es el día de la madre. Nuestro amigo google nos ofrece un generoso surtido de imágenes de este calibre:

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Da la sensación de que en algún momento de la historia de la humanidad nos hemos despistado y hemos perdido de vista lo más genuino de esta maravillosa experiencia que es la maternidad, y lo hemos sustituido por la esterilidad de estas imágenes.

El mundo mediático, junto con la industria de los pañales, la fórmula para biberones, los infinitos artículos de puericultura, etc.; han contribuido a limitar y encasillar la maternidad, promoviendo esta expectativa tan alejada de la realidad.

Ante tanto referente ajeno y externo, terminamos por cortar los circuitos que nos conectan con nosotras mismas, con nuestra propia maternidad, única y particular en cada una de nosotras, que nace de nuestras entrañas y de nuestro instinto más primario.

Nos cuesta escuchar a nuestros hijos cuando nos comunican lo que necesitan. Demasiado a menudo lo que intentamos es que no se les oiga, que no molesten y que se les note más bien poquito. Que se lo coman todo y que duerman de un tirón.

Los bebés han sobrevivido a lo largo de los siglos porque, a su manera, se han hecho escuchar y entender, y sus madres les han escuchado. Han llorado cuando necesitaban resguardo, alimento, ayuda para dormirse y contención emocional. Al fin y al cabo, no tienen otra manera de avisarnos.

En cuanto a nuestro cuerpo… nos exigimos estar estupendísimas a los cinco minutos de haber dado a luz, ser capaces de hacer las tareas de casa, y la compra, que ya que no vamos a trabajar porque estamos de baja de maternidad, ¡algo tendremos que hacer en todo el día! Y así sigue una larga retahíla de “deberes” y “teneres”.

El embarazo, el parto y la maternidad en general, producen indudablemente una serie de cambios corporales. ¿Por qué no dejar de intentar evitarlos o taparlos? Forman parte de la historia de nuestros hijos. Si bien no siempre casan con según qué estándares, son sin duda motivo si no de celebración, seguro que de recuerdo entrañable y amoroso. El respeto a nuestro cuerpo a todos los niveles, a lo que podemos hacer o no en cada momento, es de máxima importancia, y señal de conexión y contacto con una misma.

Dejamos de escuchar nuestro instinto cuando nos quiere mostrar el camino a seguir. Ante la duda y la inseguridad, en ocasiones recurrimos a otros para tomar decisiones que no corresponden a nadie más que a nosotras mismas, y que estamos perfectamente capacitadas para tomar.

Hay algo dentro de cada mujer que la guía en el camino de la maternidad cuando se siente confundida, es esta parte nuestra más profunda y auténtica que a veces sabe más que nuestra mente (y que la vecina, la frutera y nuestro pediatra).

Desatendemos nuestras emociones, porque éstas nos asustan. Las expectativas, propias y sociales, asociadas a la maternidad oscilan alrededor de esta idea poco realista y a menudo infantilizada que las imágenes de un poco más arriba ponen de manifiesto.

Cuando estaba embarazada alguien con quien trabajaba en aquel momento, que era madre, me dijo (a mi parecer muy acertadamente) que si algo definía la maternidad era la “intensidad”, a todos los niveles y en todas las direcciones. Felicidad intensa, cansancio intenso, amor intenso, frustración intensa, fuerza intensa, nostalgia intensa, motivación intensa… podríamos seguir mucho rato. Abracemos esta intensidad tan multifacética. Ante la maternidad, dejémonos un margen amplio para sentir mucho, y muy intensamente.

Así pues, tras nuestro “éxito” inicial con la búsqueda de imágenes para el asunto que hoy nos ocupa, resoplamos de no-sorpresa, y nos disponemos a avanzar unas páginas con la esperanza de encontrar en algún momento una imagen que pueda transmitir, aunque sea remotamente, algo un poco más real acerca de la maternidad.

Encontramos algo:

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Una propuesta de la fotógrafa Jade Beall que nos ha conmocionado. Se trata de un libro compuesto por fotografías de madres reales (“A Beautiful Body”). Sus vientres albergan las reminiscencias de la gestación, sus pechos las de la lactancia, y sus rostros transmiten la honra que les brinda destapar las huellas de sus hijos en sus cuerpos. Sin tapujos. Sin pudor. Mostrando su intimidad tan honestamente.

Quizás las fotos de Beall no hablen de todo lo que alberga la maternidad, pero sí dan un giro a lo que todos estamos acostumbrados (y también cansados) a ver. Me alegra encontrar proyectos de este tipo, que de alguna manera describen una realidad bastante más certera de la maternidad, alejándose de las ñoñerías insípidas más mediáticas.

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