Al contrario de lo que muchos puedan pensar, la ansiedad tiene una razón de ser y una función: la ansiedad es la voz de las emociones manifestada a través de nuestro cuerpo. Es un intento de comunicación de aspectos de nosotros mismos no escuchados y a su vez, una forma de avisarnos de que no estamos en el presente, en el aquí y ahora. La ansiedad es reflejo de que estamos pendientes, o bien de aquello que sucedió en el pasado, que nos dolió y no conseguimos atender, o del futuro, estando demasiado expectantes ante lo que podría llegar o sucedernos. No aparece de la nada, y a diferencia de lo que la mayoría de personas sienten cuando la padecen, es un malestar que no está fuera de nuestro control.
El futuro influye el presente tanto como el pasado
Friedrich Nietzsche
La base de la ansiedad funciona como un sistema de alerta y activación de la defensa para el organismo. Ante situaciones consideradas de amenaza, es decir, en ocasiones en las que tenemos algo que ganar o perder, es adaptativo que se active en nosotros este motor que nos empuja a la acción. De esta manera, respondemos en función a la percepción que tenemos de la amenaza y de la disposición de respuestas o soluciones que tenemos frente a ella.
La ansiedad está compuesta por distintos factores:
- Cognitivos: anticipaciones de la amenaza, evaluaciones del riesgo, pensamientos automáticos negativos, imágenes continuas, etc.
- Fisiológicos: alteración del ritmo cardiaco, respiratorio, cambios en la sudoración, etc.
- Motores y de conducta: disminución o aumento motor, en comportamiento defensivo, búsqueda de la seguridad, sumisión, evitación, agresividad, etc.
La ansiedad es una forma de aviso que a la larga nos termina informando a través del cuerpo de que hay una parte de nuestro campo emocional que no está siendo atendida, o bien que hay cierta incoherencia entre lo que sentimos y lo que hacemos.
Si esta situación la llevamos a nuestra vida podemos verla de la siguiente manera: Tenemos una situación que no nos gusta y que nos genera malestar, como puede ser el malestar en la pareja, en el trabajo, conflictos a nivel familiar, insatisfacción con uno mismo, etc. Y en vez de escuchar qué cosas nos molestan de esta situación, y atender a las emociones como la rabia que quizás sintamos, la tristeza que nos pueda producir o el miedo que nos puede generar la idea de la pérdida o el plantearnos cambios, lo minimizamos y lo dejamos de pasar. Pero aquella emoción no escuchada, no atendida y no expresada sigue allí.
En algunas ocasiones intentaremos tapar estas emociones utilizando distintas estrategias: trabajaremos más de la cuenta, haremos planes constantemente, nos sumergiremos durante horas en nuestras distintas pantallas… en definitiva: taparemos la emoción desconectándonos de ella, y para ello nos serviremos de cualquier cosa que tengamos a nuestro alcance. Pero no por taparla conseguiremos que desaparezca. La emoción seguirá en nuestro cuerpo de todos modos, y al no ser escuchada, empezará a manifestarse de otras maneras: una tensión muscular, una bajada en el sistema inmunológico, un dolor de cabeza, quizás algo de insomnio, etc.
Llegados a este punto, empezaremos a ocuparnos de estos síntomas corporales, y en muchas ocasiones lo haremos a través de fármacos (para el dolor, para una gripe, para poder dormir, etc.). Pero a la larga iremos viendo que esto son solo pequeños parches.
Te animamos a que te pares un momento, justo ahora, aprovechemos la ocasión! Revisa por un momento cuáles son tus preocupaciones habituales, sé muy honesto contigo mismo e intenta conectar con aquello que lleva un tiempo molestándote o que quizás lleve doliendo más de la cuenta. Atiende a la emoción que acompaña a esa situación, fíjate en cuál es tu necesidad, y aunque aún no estés listo/a para hacer cambios, toma conciencia de lo que te sucede.
Si tu nivel de ansiedad ha llegado a un punto en el que tu malestar se hace muy evidente en tu día a día, quizás sea el momento de buscar un acompañamiento terapéutico a través del cual puedas desarrollar las herramientas necesarias para volver a un estado de bienestar.
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